Mal final para un buen trabajo
Por Rafael Francisco Góchez, 20-07-05.
El Lunes 18 de Julio, el M.I. Héctor Leyva Paneque presentó su renuncia como entrenador de selecciones nacionales de El Salvador. Este acto no fue más que el resultado de una larga disputa entre Leyva y la Directiva de la FSA, motivada por crecientes diferencias ajedrecísticas y personales entre ambas partes.
Durante los últimos meses, la comunidad ajedrecista ha asistido a un auténtico y muy lamentable culebrón, "telenovela sumamente larga y de acentuado carácter melodramático", en donde los protagonistas han sido, más que los nombres propios, un cúmulo de egos, rumores, conspiraciones y mezquindades de parte de casi todos los involucrados, los protagonistas o sus escuderos. Algunos de estos episodios son más conocidos que otros, pero igual resultan poco edificantes, como pasó en el público efrentamiento entre nuestros dos M.I.'s, Leyva y Carlos Burgos, durante la reciente visita de los vecinos guatemaltecos.
El último capítulo de la extensa refriega al interior de la FSA se produjo a finales de la semana anterior, cuando la Directiva en pleno, presidida por el Cap. Roberto Cardoza, le pidió a Leyva que dejara de lado su papel como jugador activo en los próximos torneos "Alajuela 2005" y Juegos Centroamericanos, para así dedicarse plenamente a su función de entrenador, para la cual estaba contratado a tiempo completo. El argumento es que ninguna persona puede rendir al máximo si, en el transcurso de un mismo torneo, la mitad de sus energías están puestas en su propio tablero y la otra mitad en observar, analizar, preparar, acompañar y supervisar el desempeño de aquellos a quienes entrena.
Leyva no estuvo de acuerdo y renunció de inmediato al cargo de entrenador, acto que, desde nuestro punto de vista, no consideramos acertado. En este fuego cruzado resulta difícil juzgar un hecho aislado, fuera de la pasión que los descontentos acumulados suelen provocar. Tampoco se trata de hacer un cuadro comparativo de quiénes han tenido la razón en circunstancias específicas, so pena de hacer realidad cierto refrán popular que, por su simpática vulgaridad, no podemos reproducir aquí. Sin embargo, en este caso particular, consideramos que la Directiva estuvo en su derecho al exigirle a Leyva el cese de su doble papel, por ser incompatible su rol de entrenador y jugador en torneos donde sus pupilos participan, sean estos infantiles, juveniles o mayores.
Una vez consumada la renuncia, sólo queda considerar sus alcances de cara al futuro inmediato. Lo cierto es que dentro de pocas semanas se jugarán torneos importantes, como el Centroamericano de Categorías Menores y los Juegos CODICADER; en ellos, participarán una buena cantidad de chicos y chicas, la mayoría de los cuales fueron iniciados en su vida ajedrecística por este que escribe. Así las cosas, está claro que los más afectados por la renuncia del entrenador son precisamente ellos, nuestros jóvenes valores.
Por lo dicho antes y aun considerando las razones del Leyva, la salida responsable y elegante de su parte hubiera sido presentar su renuncia una vez terminadas las competiciones de los infantojuveniles, es decir, dentro de dos meses. Ya que no fue así, tales adjetivos no se le pueden aplicar al ahora ex-entrenador.